jueves, 8 de noviembre de 2007


Ese día desperté con el llanto de mi hija Lya, lloraba mucho y gritaba que le dolía su cabeza. Yo le dije que se quedara tranquila que ya iba a pasar. Seguía llorando y mi Lya gritaba de dolor. Luego me dijo que estaba mareada; fueron las últimas palabras de mi hija y, cuando me di cuenta, Lya ya se había desmayado. Se puso blanca como papel, sus labios ya no tenían color, rápidamente la llevamos al Hospital y, cuando llegamos su diagnóstico era grave. Los doctores ordenaron hacerle un scanner para saber qué era lo que le pasaba. En el momento del scanner, yo estuve con ella y mi Lya ni siquiera abría sus ojos.

Después de eso, la trasladaron a la UTI infantil, el doctor de inmediato nos dijo que Lya tenía derrame cerebral, nos dijo que había la posibilidad de operarla con el riesgo de que Lya falleciera en pabellón. Nosotros nos arriesgamos a eso y, autorizamos al médico a operar. La operación duró casi seis horas, las horas más largas de mi vida, yo esperaba que alguien saliera de ahí para que me dijera algo; durante ese tiempo llegaron muchas personas a acompañarnos, ya no estábamos solos.

Cuando el doctor terminó de operar nos dijo que se había hecho todo lo posible, pero el cerebro de Lya estaba completamente lleno de sangre y que ésta se coaguló muy rápido, incluso tuvieron que dejarle su cabecita abierta para que el cerebro no hiciera presión.

Ellos más no podían hacer. Estaba con muerte clínica. Recuerdo esos momentos; los peores de nuestras vidas y que la hija que yo traje al mundo ahora se fuera así, de un día para otro, sin siquiera decirme:”Adiós, mamá…”

Cuando tuvimos que tomar la decisión de desconectar a Lya, fue lo más terrible, no me podía hacer la idea de que ya no la iba a ver más en esta vida. Yo no lo iba a aceptar y nadie de nuestra familia tampoco, cómo iban a ser nuestras vidas sin ella? Si era la luz de nuestro hogar.

Llegó el momento en que todos quisieron despedirse de ella. Nunca estuvo sola. Mi marido me planteó la posibilidad de donar sus órganos; mi reacción fue fuerte, le dije que cómo se le ocurría pensar eso. Se me pasaron mil cosas por la cabeza. ¿Cómo iban a sacar sus órganos de su cuerpo, tan chiquito? El médico me explicó que había mucha gente esperando un órgano para seguir viviendo y Lya los tenía ya que sólo su cerebro había fallado, ella seguiría viviendo en otras personas, reaccioné y dije que sí. Ese día domingo sólo fueron exámenes para Lya para ver si había compatibilidad con los receptores, al llegar el momento de despedirme de mi Lya, fue lo más terrible que una madre puede pasar, no entendía por qué Dios nos había mandado esta prueba tan fuerte.


La madre de lya, dio vida tu tambien puedes hacerlo.'